Hoy queremos publicar un artículo diferente, haciendo hincapié en la importancia del arquitecto en la arquitectura. Quisimos hacerlo con un conocido relato (dentro del mundo de los arquitectos) de un famoso arquitecto español, Alberto Campo Baeza, sobre una casa que hizo a una amiga que solo tenía un terreno y €20,000.
A través del mismo vamos comprobando los aspectos innegociables de la arquitectura, tanto para el arquitecto (utilidad, economía y calidad) como para el cliente (belleza, economía)
Por Alberto Campo Baeza
¿Está usted pensando en hacerse una casa? ¿Querría que su casa fuera buena, bonita y barata? Llame a un arquitecto, y en lo posible a un buen arquitecto.
Hay alguna gente insensata, que si pudiera, haría su casa sin arquitecto. Consideran al arquitecto como un mal menor. Son los mismos que se automedican con tal de no ir al médico. Se gastan un dineral en farmacia para nada. Y si no se mueren, finalmente van al médico.
Un arquitecto es un servidor de la sociedad. Es alguien que busca la belleza a través de la arquitectura, y que a la vez resuelve problemas a la sociedad y que trata de hacer felices a las gentes para las que trabaja.
Yo podría hacerles ahora una defensa de cómo es bueno contratar a un arquitecto, a un buen arquitecto, para que todo les salga bien. Pero he pensado que lo más sencillo será contárselo en primera persona, a través de mi propia experiencia profesional.
Si les digo que la casa más hermosa que he hecho, la mejor, ha sido la casa más buena y más bonita y más barata que he construido, ustedes dirán que exagero. Pues no.
ENCARGO
Me llama un día una buena amiga mía, y me pregunta si puedo hacerle una casa para ella y su marido, pero que sólo tienen tres millones de pesetas (20.000 euros) y un terreno pequeño. Me pedía una casa con privacidad absoluta en un pequeño pinar, rodeada de casas de familiares, en la provincia de Cádiz.
Yo sólo le pedí libertad absoluta. Porque sigo pensando que un arquitecto es un poco como un médico. Debe escuchar atentamente al paciente y hacerle todos los análisis necesarios pero, el diagnóstico lo hace el médico, y el enfermo debe obedecer. Yo al menos es lo que hago como paciente: obedezco ciegamente al médico, y siempre me ha ido muy bien.
QUÉ SE HIZO
La solución fue muy sencilla. Un simple rectángulo de 6×18 m, levantado con muros de carga. Un patio delante de 6×18 y otro patio detrás, también de 6×18.
Adentro, dos muros transversales más bajos, a 4 metros de los bordes, para crear a un lado un dormitorio y un baño, y al otro lado una cocina y un segundo dormitorio. Para iluminar el espacio central de 6×10 se abren en las cuatro esquinas unos vidrios fijos de 2×2 que dan continuidad a ese espacio central con los dos patios. Para circular y ventilar ese espacio central, dos puertas opacas en el centro, en el eje principal. Los dos dormitorios y la cocina se iluminan y conectan con sus patios con puertas transparentes. El baño con un lucernario. Todo en poco más de 100 metros cuadrados.
La casa construida responde a la mejor tradición andaluza: patio delantero de entrada y patio trasero. En cada patio plantados simétricamente dos limoneros lunares. En el patio del fondo una pequeña piscina con agua, que da gloria verla y oírla. Porque el sonido del agua también colabora a la belleza de esos espacios. Por fuera la casa aparece completamente cerrada con sólo la puerta de entrada.
CON QUÉ SE HIZO
Se levantó todo con muros de carga de ladrillo, que es lo más barato y sencillo para estas dimensiones. El suelo todo con una simple solera (en Argentina y Uruguay, contrapiso), bien aislada e impermeabilizada. La cubierta fue resuelta con un simple forjado cerámico. Todo el piso, dentro y fuera, de piedra caliza Capri de Córdoba, pulido y abrillantado. Es un pavimento tan bonito que lo he seguido poniendo en todas mis casas.
Todo se hizo blanco. Las paredes y las tapias encaladas (revoque a la cal), blancas blanquísimas, conceden a esos espacios una luminosidad maravillosa. Son sencillas hasta las lámparas: unas simples bombillas blancas en las paredes protegidas por encima con un simple vidrio.
QUIÉN LO HIZO
Lo puso en pie en unos plazos razonables Conejito, un encargado de obra mayor, sabio y bueno de los que quedan pocos. Como aparejador Diego Corrales que lo hizo muy bien. Porque un aparejador también es necesario, como el médico necesita de la enfermera. Me ayudó también un buen amigo arquitecto de Chiclana, Miguel Vela.
EL LUGAR
Los arquitectos hablamos siempre del genius loci, del lugar. Pues esta casa parecía que hubiera estado allí desde siempre. La casa quedó (lo es) muy muy bonita. ¿Qué es lo que tenía de más esta casa que no tuvieran las otras? Porque tanto en el entendimiento del lugar como en los materiales y en los colores y en el tratamiento de la luz, como en la tipología, en el tipo de casa, la casa es una casa tradicional andaluza. De ayer, de hoy y de mañana.
Pues el secreto es que está hecha por un arquitecto al que no se le da mal el control del espacio, de la luz y de la escala y de las proporciones. Un arquitecto que sabe que para llegar a la venustas, a la belleza, es imprescindible antes cumplir con la utilitas y con la firmitas. Como bien lo proclamaba Vitrubio.
CUÁNTO
La casa costó lo previsto, 3 millones de pesetas de 1992, 20.000 euros de hoy. Es una casa pequeña, de 100 metros cuadrados, que parece grande. Quedamos todos encantados: propietaria, constructor y arquitecto. Tan encantados que al poco tiempo construimos otra casa en la misma línea, la Casa Guerrero, para uno de sus hermanos.
DIFUSIÓN
La casa Gaspar ha aparecido hasta en la sopa. En todos los libros y revistas de arquitectura del mundo, y muchas veces en la portada. Claro que gran parte de la culpa la tiene Hisao Suzuki, un fotógrafo excepcional que hizo unas fotos excepcionales. Ya me había hecho antes las fotos de la Casa Turégano, con un resultado estupendo, por lo que no dudé en llamarle para traducir a imágenes el espíritu de la Casa Gaspar. No olvidaré la madrugada en que, todavía todo oscurísimo, estábamos los dos en el patio de atrás de la casa. El había desplegado trípodes y cámaras y sólo estábamos esperando a la luz, con el objetivo expectante y los limoneros, como yo, asombrados. Poco a poco, muy lentamente, se levantó un claror y nuestro buen fotógrafo empezó a apretar botones. El resultado es ese conjunto de imágenes bellísimas con una luz misteriosa casi imposible de explicar, donde queda bien traducido el espíritu de esta casa.
Creo que a través de estas sencillas líneas y de los dibujos expresivos y de las fotografías maravillosas, es fácil entender cómo es posible, con un buen arquitecto, hacerse una casa buena, bonita y barata: la casa más bonita del mundo.
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